Como señala Sylke Rene Meyer en el ensayo aquí traducido, el acto narrativo, como lo entendemos hoy, estuvo «ligado primero a los medios impresos y después a las cadenas televisivas y la televisión de paga, contar historias en forma serial se fusiona ahora con internet y volverá a inventarse a sí mismo». Así, la narración audiovisual tiene en las series una propuesta de calidad para un medio que parecía extinguirse y, al mismo tiempo, que lo obliga a saltar a las plataformas digitales, donde la programación individualizada o los esquemas de interactividad ofrecerán variados derroteros de comunicación. También para Estudios Cinematográficos entrar a plataformas digitales representa el inminente devenir de su propuesta, desde donde continuaremos disertando sobre las artes cinematográficas.
El cine como ficción se muestra como representación verosímil del mundo. Los convencionalismos de los géneros, las expresiones de vanguardia o autorales, las emulaciones o simulaciones documentales son sometidos no sólo a puntos de vista de personajes y espectadores, sino también de teóricos y ensayistas, que buscan ver en los andamiajes de la ficción los alcances del lenguaje; de ahí las propuestas semióticas y la apuesta, en todo caso, de estas reflexiones, de cara a las expectativas digitales en las narraciones audiovisuales.
A partir del impacto de Avatar en 2009, el resurgimiento del 3D está acompañado de las nuevas tecnologías digitales, de modo que su apuesta es fortalecerse como industria en todo tipo de pantallas, pero también en salones académicos con trabajos experimentales de análisis de la percepción y aplicaciones médicas y científicas, así como crear un cine de relieve de bajo costo e incluir el 3D en los planes de estudio para que se genere guión, producción y dirección pensados para ello. Víctor Fajnzylber ha compilado trabajos de Francia, Chile y México gracias al curso que impartió en la Cátedra Ingmar Bergman de la UNAM. A estos artículos hemos sumado la experiencia alemana de Droessler y la de nuestros egresados del CUEC, Cuarón y Lubezki, con Gravedad.
Más que una nueva época de la revista, este nuevo diseño y relanzamiento de Estudios Cinematográficos celebra una nueva etapa del CUEC, entre cuyas características más importantes está la consolidación de la Maestría en Cine Documental, detonadora de este número que muestra que los estudios del CUEC involucran diversas disciplinas de las ciencias, las humanidades y las artes, como lo son la poética, la retórica, la antropología, la etnografía, la administración y los análisis financieros, sin olvidar los contextos estéticos o sociológicos y políticos en los que el cine, en particular el documental, se desarrolla en México. De todo ello da cuenta este número de nuestro vigésimo aniversario.
Si el cine tiene especial deuda con la literatura dramática y su puesta en escena, este número de Estudios Cinematográficos la tiene, especialmente, con la cátedra especial organizada por la Universidad Nacional, bajo el nombre de uno de los más altos expositores del siglo XX en las dos artes que nos ocupan: la Cátedra Ingmar Bergman en Cine y Teatro. Los problemas de adaptación, de actoralidad, de escenificación, de tiempo y espacialidad son vistos a través de trabajos sobre grandes dramaturgos y cineastas, así como con la reflexión puntual y el testimonio creativo de las propias experiencias teatrales y cinematográficas.
A la práctica sistematizada con que la censura acompañó el origen de las cinematografías, se fue incorporando una subrepticia simulación de aplicación de reglamentos, así como eficaces mecanismos para cancelar, comercialmente, la exhibición de los productos fílmicos que hicieran escozor en los mercados, o en los grupos afectados, en aras, siempre, no se olvide, de mantener las libertades y derechos ciudadanos. Ahora que los cineastas intentan revertir, una vez más, la situación adversa de contar con pocos espacios de pantalla para el cine nacional, no podemos dejar de recordar que los procesos de exhibición son uno de los mecanismos de la censura.
Este número aborda como tema central el arte de la fotografía en la realización fílmica. Además, ofrecemos una “mesa de conversación” con cuatro realizadores de talla internacional: Arthur Penn, el cineasta clásico estadunidense recientemente fallecido conversa con Juan Mora sobre su modo personal de hacer cine; Fernando Trueba, prolífico director español que cuestiona el mito del cine de autor ante las preguntas de Ar- mando Casas; Apichatpong Weerasethakul, ganador de la Palma de Oro en Cannes en 2010, conversa con Roberto Fiesco acerca de su controvertida y premiada obra cinematográfica.
Amplias trayectorias y debuts relevantes representan hoy al documental en México: programas y festivales especializados, acceso a nuevas tecnologías y una constancia crítica de los propios cineastas revitalizan el género, lo amplían, lo someten a examen, lo reconstruyen con apuestas expresivas o con el rigor que la metodología en la investigación y en el guión requiere. Los documentalistas buscan mantener la vigencia de su trabajo informando y conmoviendo a los espectadores, y enfrentando una batalla por más espacios de exhibición y difusión.
El cine como arte e industria es consecuencia de un desarrollo tecnológico; sin embargo, no pocos de sus hacedores marcaron territorio ante nuevos avances y definieron su soporte: cinta, película, film (todos ellos sinónimos) como su característica fundamental. Hoy, las artes y técnicas de la imagen en movimiento no pueden sustraerse a cualquier continente que las ofrezca; si de contenido se trata, éstos viajarán, se almacenarán o manipularán para su transmisión o proyección en cualquier soporte o sistema, analógico o digital, ampliando los géneros cinematográficos y retroalimentándolos con cualquier expresión de la industria audiovisual.
El cine como heredero de los principios estéticos de la pintura. Siglos sobre cómo ver y reproducir la realidad, cómo fragmentarla, abstraerla, disolverla, reinventarla, son trasladados del lienzo a la pantalla a través del análisis del espacio, la luz, el color e, incluso, el movimiento. Pero la pintura no sólo le heredó al cine sus principios para abandonarlo después en su propio camino de descubrimientos como arte y como herramienta de percepción y comprehensión de la realidad, sino que lo acompañó hasta en sus grandes e innovadoras propuestas de realización o en su interacción con el arte conceptual que ha llevado al cine a las salas de los museos.
Fomentar la cinematografía como parte integral de la cultura de las comunidades y las naciones, dentro de reglas claras que no sean dominadas por la inequidad y que permitan tanto a las instituciones proteger y preservar la expresión fílmica de sus países, como a los creadores proponer ya un cine de autor, ya un cine comercial dentro de una industria consolidada, es contribuir con la reflexión y experiencia a la defensa de la diversidad cultural en un mundo cuyos valores universales son acotados y puestos en riesgo por la globalización.
Integrar el sonido al arte cinematográfico fue una tarea connatural al nacimiento del cinematógrafo. Es posible que el silbido de la locomotora resonara en las mentes de los espectadores, y lo mismo puede decirse de la música durante la proyección, los mudos diálogos insertos, hasta que finalmente la tecnología permitió incluir la banda sonora en la película para ya no separarse de ella. Sin embargo, nuestra manera visual de percibir el cine le ha restado su verdadero carácter audiovisual. El sonido, pues, debe acompañar nuestra manera de concebir el arte cinematográfico.